Al consumidor le gusta verse tentado por el placer y caer atrapado en sus seductoras fauces (aun sabiendo que ese placer está abocado a durar solo un instante). Pese a ser un recurso de naturaleza inevitablemente variable (y por ende, no duradera), el placer es una excelente arma de marketing que, bien utilizada, atrapa (para no soltar jamás) al consumidor.
Pero, ¿cómo funciona realmente el placer en el plano neurocientífico? En primer lugar, conviene hacer notar que el placer es intuitivo. El consumidor sabe que está frente a algo placentero único y exclusivamente cuando tiene oportunidad de vivirlo en primera persona.
Así y todo, quizás la particularidad del placer que más interesante resulta a ojos de los marketineros es que se trata de algo solo fugaz. Y una vez que lo obtenemos, no nos quedamos saciados sino que tenemos invariablemente ganas de más.
Imaginemos, por ejemplo, que tenemos frente a nosotros una deliciosa torta de chocolate. Cuando hundimos el tenedor y nos llevamos el primer pedazo a la boca, el placer se materializa por fin en nuestro paladar. Pero ese placer pronto llega a su fin y, tan pronto como terminamos la torta, anhelamos meternos entre pecho y espalda más porciones de tan goloso alimento.
El placer que nos procura comer torta de chocolate no dura lamentablemente para siempre. Es momentáneo. Sin embargo, es la naturaleza fugaz del placer la que lo convierte en una motivación tan arrolladoramente poderosa en clave marketinera, asegura Prince Ghuman.
La satisfacción está en realidad reñida con el placer. Por esta razón precisamente el cerebro tiende a experimentar menos placer en el momento en que se alcanza la satisfacción. El ser humano siempre quiere más y está embarcado, al fin y al cabo, en una búsqueda constante de la felicidad.
Cómo procurar placer al consumidor aun sabiendo que su satisfacción no será nunca total.
A la hora de aplicar la ciencia del placer al marketing, hay buenas y malas noticias para los profesionales de esta disciplina. La mala noticia es que, aunque lo intenten con auténtico esfuerzo, los marketineros nunca podrán satisfacer plenamente a sus clientes. Y la buena noticia es que el consumidor buscará siempre nuevas formas de buscar la satisfacción (que tan rápido se agota) a través de las compras.
Una manera de explotar en clave marketinera la eterna búsqueda de placer por parte del consumidor es agasajar constantemente al consumidor con productos pertrechados de novedades (aunque sean nimias).
Apple, por ejemplo, lanza cada año nuevos modelos de iPhone que no se diferencian demasiado de sus inmediatos predecesores. Y EA Sports se vale de una estrategia similar en videojuegos como FIFA o NBA Live. Es una manera de tentar siempre al consumidor con algo nuevo y anticiparse así a sus anhelos.
Otra forma de explotar el potencial marketinero del placer es instilar el placer agazapado en un producto en particular en otra línea análoga de productos. Se trata de expandir el porfolio con más productos que están emparentados con la compra inicial. Tiene, por ejemplo, todo el sentido del mundo ofrecer fundas y otros accesorios al cliente que ha comprado previamente un smartphone.
La firma de joyería Pandora ejecuta, por ejemplo, esta estrategia de manera absolutamente magistral. Y a los clientes que compran sus brazaletes les ofrece de manera periódica nuevos «charms» y piezas modulares para complementar la compra inicial.
Comprendiendo cómo la naturaleza efímera del placer está codificada en el cerebro del consumidor las marcas pueden dar alas de manera notable a la eficacia de sus acciones de marketing (y zambullir a sus clientes en un torbellino infinito de placer).
Fuente: MarketingDirecto.com Por Esther Lastra | START-UPS ARGENTINA